Cómo aprender a amar la soledad y el aburrimiento, para poder ser creativos y felices

 

En 1988, Anthony Storr escribió el libro ‘Soledad’, donde planteaba los beneficios que esta trae. Storr destacaba que muchos genios creativos habían realizado sus mejores obras cuando se los dejaba pensar solos y por sí mismos. Las personas comunes también podemos pensar mejor estando solos. Es en soledad que se consigue el descando profundo, y esta es también necesaria para refrescarse antes de regresar a vincularnos con los otros.

Pero por estos días la soledad tiene mala prensa: se habla de ella como una epidemia. Estudios han sugerido que es tan mala para la salud como fumar 15 cigarrillos por día y que tiene un impacto peor en la longevidad que la obesidad. En Gran Bretaña, ya nombraron una ministra de Soledad para abordar el problema. Sin embargo, hay que aclarar que la soledad es una condición situacional que puede afectar a cualquiera, en la que la persona se siente aislada socialmente o hasta sola en presencia de otros. Tiene que ver con la falta de conexiones significativas, charlas íntimas, tiempo de ocio valioso con los amigos. No se refiere específicamente al hecho de vivir solo o, por una circunstancia u otra, pasar mucho tiempo solo. De hecho, la sabiduría antigua dice que pasar tiempo con uno mismo y aprender a soportar el aburrimiento es una de las claves para poder construir una vida con significado.

“¿Qué es lo que realmente está bloqueando nuestra alegría en las relaciones, nuestra creatividad, y nuestra paz mental? Una respuesta sorprendente, en la era de la alienación, es la falta de soledad”, escribió Ester Buchholz del portal Psychology Today. La híperconectividad en la que estamos inmersos puede ayudarnos a, supuestamente, nunca estar solos. Es decir, pasar el tiempo con el teléfono en la mano, mirando Netflix o tomándonos imágenes para Instagram, puede ayudarnos a pasar el tiempo entretenidos en una situación en la que forzosamente nos toca estar solos y aburrirnos, como una espera en un consultorio, el tiempo que pasa un adolescente en su cuarto o, para las personas que viven solas, la mayor parte del tiempo que están en casa. Si bien esto tiene la cualidad positiva de mantenernos distraídos o entretenidos, corremos el riesgo de volvernos adictos a este estado perpetuo de nunca aburrirnos. Y es un problema.

De hecho, lo dijo el matemático, físico y filósofo, Blaise Pascal: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre para quedarse sentado silenciosamente en un cuarto solo”. El novelista ruso, León Tolstói, aseguraba por otro lado que el aburrimiento era “el deseo de tener deseos”. Si no nos podemos conectar con este deseo de tener deseos, y vivimos huyendo de un entrentenimiento en otro, parece muy difícil poder construir un yo. Según Pascal, explica Zat Rana del portal Quartz, le tenemos miedo al silencio de la existencia, odiamos el aburrimiento y en cambio elegimos distracciones sin objetivo, y no podemos evitar huir de los problemas de nuestras emociones al falso confort de la mente. La cuestión, en la raíz, es que nunca aprendemos realmente el arte de la soledad.

El mensaje de Pascal, apunta Quartz, está hoy más vigente que nunca, cuando las teconlogías de la información han dominado nuestra cultura. Esto tiene amplios beneficios pero también un efecto secundario negativo que está empezando a hacerse notar: “vivimos ahora en un mundo en el que estamos conectados con todo excepto con nosotros mismos”, escribió Rana de Quartz. “¿Por qué estar solo cuando nunca necesitás estarlo? Bueno, la respuesta que nunca estar solo no es lo mismo que nunca sentirse solo. Rana apunta a que, cuanto menos cómodos estemos con la soledad, menos nos conoceremos a nosotros mismos. Entonces vamos a buscar pasar aún más tiempo escapando. “Nuestra aversión a la soledad es realmente una aversión al aburrimiento.” Eso es lo que nos vuelve adictos al celular o la televisión -que, para Rana, son realmente adicciones a no sentirse nunca aburridos-.

En un artículo titulado “¿Qué pasó con la soledad?”, publicado en 2014 en la revista Psychology Today, el Dr. Matthew Edlund -quien investiga el poder del descanso-, se pregunta: “¿Por qué la gente prefiere un schock eléctrico a sentarse sola?” “¿Es incómodo pasar tiempo solo con tus pensamientos? ¿Es dolorosa la soledad en la que se piensa? Para mucha gente, sí.” Edlund relata un estudio llevado a cabo por el profesor de la Universidad de Virginia, Timothy Wilson, quien sometió a los participantes a pasar tiempo sola. Se probaron varios experimentos, que duraron entre 6 y 15 minutos. Dado que algunos participantes estaban confundidos con la tarea de “sentarte con tus pensamientos”, se les ofrecieron varios escenarios: podían planear una vacación. Soñar despiertos sobre una cita romántica. Recordar los lugares más hermosos que habían visitado. Sin embargo muchos no querían “relajarse y pensar”. Al descubrir que los participantes seguían incómodos, los investigadores se preguntaron si preferirían recibir un estímulo aversivo: les dieron la posibilidad de darse pequeños y suaves shocks eléctricos. No dolían mucho pero eran displacenteros. Un cuarto de las mujeres se autoshockeó durante los minutos de tiempo a solas. Dos tercios de los hombres lo hicieron. Uno de ellos lo hizo 190 veces en una sesión de 15 minutos. El experimento marca la aversión que tenemos hoy día a pasar tiempo solos con nuestros pensamientos.

Una posible solución: Enfrentá el miedo a aburrirte, propone Rana de Quartz. Dejá que el aburrimiento te lleve a donde te quiere llevar para que puedas lidiar con lo que está pasando adentro tuyo. Así podrás escuchar tus propios pensamientos e involucrarte con partes tuyas que suelen estar enmascaradas por las distracciones. Además, percibirás cosas a tu alrededor que la estimulación permanente no permite. Descubrirás que hay otras cosas a las que uno le puede prestar atención que no son el ruido de la superficie. Ojo, es cierto que a veces, esta introspección puede llevarte en direcciones que sean displacenteras. Pero en el largo plazo, te dará más satisfacción que estar en huida permanente de tus pensamientos y sentimientos. La única manera de probarlo es darte el tiempo para, un rato al día o a la semana, simplemente sentarte en quietud con vos mismo (¡sin celulares!).

Delfina_Korn

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